#71 Animales de ciudad

Desperté en la tina. En mi casa materna. En estado ¿alguien anotó la patente del camión que me paso por encima?

Era justo ese día en que cumplí 18. Recuerdo que el día anterior me había tomado un litro de vino blanco en caja, regalo de una compañera del liceo, que a su vez lo tomo «prestado» de la despensa de sus padres. Y bueno, ahí el resultado.

Estaba tratando de sacarme la resaca de encima para ir al liceo pero no podía dejar de mirar mis manos arrugadas por el agua y reír maniacamente.

Nunca había bebido tanto, hasta entonces. No parecía nada tAn terrible ni nada tAn fantástico. Lo que si sentía (y aun siento) que todo esto es muy ridículo, lo cual hace difícil no reír en situaciones serias o dramáticas. Y para colmo elegí nacer en un país muy serio, en una familia muy seria y así suma y sigue.

Golpean la puerta del baño, es mi madre que me alcanza un Nokia 3310 (el mítico celular indestructible) con una llamada para mi. Alguien a quien yo quería mucho ver me llama y me dice que me espera afuera de la disco. Genial pensé, no tendré que ir a clases.

Cierro los ojos un instante y cuando los vuelvo abrir ya estoy en la puerta de la disco, pregunto por aquella persona y el guardia me dice «estamos cerrados, evento de empresa». Y bueno, con mi porfiadez característica y mi oido de tapia le insisto y le insisto y le insisto hasta que por hinchamiento de bolas me dice, «ya oooh pasa, pero no esta ahí».

Adentro estaba todo demasiado iluminado, como cuando prenden las luces para que la gente se valla y empiezan a barrer. Trato de salir y otro guardia al que nunca antes vi me impide el paso. Justamente ese tipo de guardias que parecen escoltas de fuerzas especiales con un traje a medida recién hecho y el también parece recién hecho, ni una sola arruga ni en su traje ni en su cara, ni un poro ni imperfección. Quería preguntarle como se cuidaba la piel pero me señala el arma que porta y me dice «no que querías entrar a toda costa? ahora te quedas y  si causas problemas te vas con los pies delante».

Retrocedo en silencio … ya no tenia ni rastro de resaca (una parte de mi decía «uhhhhh que rudo» y reía coqueta y maniacamente, la otra parte de mi buscaba ropa interior limpia). Y nada, me puse a buscar una salida de emergencia o algo así, increpándome internamente «para variar, no llevamos acá ni 5 minutos acá y ya te metes en problemas y gratis, me das vergüenza, etc, etc».

Golpeo imaginariamente a mi voz interior dejándola inconsciente en el piso de mi mente y recorro los pasillos. Empiezan a aparecer oficinas tipo vitrinas, con vidrios semi-transparentes.  Se podía ver a grupos de personas en su interior en posiciones y actividades dudosas, algo así como una lucha libre grupal en cámara lenta.

Al parecer estos pasillos iban descendiendo, la luz iba siendo cada vez mas blanca y opaca, como esos tubos fluorescentes de hospital a punto de morir. No me atrevo a entrar a ninguna de esas salas, no tanto por mis sospechas si no por los gritos ahogados y gemidos, lograba imaginar que podrían estar haciendo algo pero no quería comprobarlo.

Al dar vuelta una esquina encontré una puerta blanca, esas típicas de los edificios que dan a las escaleras de emergencia y al deposito de basura. Tate! dije, huele a libertad. Abro la puerta y veo a un típico pelado hipster con barba (hasta ahí todo bien), delantal carnicero (esto ya esta raro), ojos rojos, con un cuchillo chorreando sangre en una mano y un garfio en la otra (mal del todo). Me ve y grita «Carne frescaaaaaaa!» Salgo rajada gritando «ctm ctm ctm ctm» y el pelado me sigue gritando detrás «carne fresca, carne fresca».

No tengo idea si voy en sentido contrario o voy descendiendo, yo corro, ignorando la cantidad de escándalo que estaba haciendo y la advertencia del escolta super guapo nuevo de paquete.

Entro en la primera sala que encuentro, distrayendo a los del cuadro plástico que terminan por caerse y enredarse mas entre si, salgo por otra puerta, sigo gritando y detrás de mi el carnicero hipster sigue gritando, abro y cierro puertas, gritos, no se entiende nada, una locura exponencial a la locura ya existente.

Por alguna razón que ignoro, logro dejar atrás a mi perseguidor y entro en una sala extrañamente blanca, inmaculada y silenciosa. En la sala una fila de sillas blancas, altas como de bar, dispuestas como para concursantes de televisión, todas mirando de frente. En cada una de las sillas, unas super modelos, cada una mas guapa que la otra, casi muñecas humanas en su perfección. Todas sentadas en forma idéntica con la pierna derecha sobre la izquierda.

«Escóndete aquí» me dicen en coro, con una voz casi robótico-angelical, señalando que me escondiera debajo de sus piernas. Yo no tenia tiempo de analizar la lógica del argumento así que hice caso, dejándome cubrir por esa cortina de piernas perfectas.

Y cuando termino de esconderme entra el carnicero, un ejercito de escoltas recién hechos, el grupo del cuadro plástico aun enredados, todos gritando y hablando al mismo tiempo, recorren la habitación, las super modelos les sonríen y dicen en un unísono escalofriante «que podemos hacer por ustedes hoy, nuestra placer es servirles».

Por un instante todos guardan silencio estupefactos, y yo trato de no respirar ni reírme. Instante que parecieron años. Y entonces entra el super escolta numero uno y les dice  a todos «que hacen acá! este es el super salón vip, no es para cualquiera, FUERA!»

Todos salen humillados, las modelos se despiden, «gracias por visitarnos, el placer es todo nuestro» (gemido-suspiro grupal de las modelos-muñecas), las puertas se cierran.

Espero un instante y las modelos levantan la cortina de piernas que me esconde, yo sigo tirada en el piso y las miro y digo con un chillido de ratón «quiero salir por favor». Todas al mismo tiempo señalan una puerta invisible que se abre en la pared y en la cual al otro lado solo se ve luz. «Gracias chiquillas, son bakanas» digo emocionada,  «en mi vida pensé que un grupo de mujeres hermosas me ayudaría» y me lanzo a la puerta invisible luminosa sin pensar en lo que hay mas allá.

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